El diseñador estadounidense Tommy Hilfiger, cuyas colecciones han cumplido 25 años sobre la pasarela, ha propuesto esta semana en la New York Fashion Week una moda serena, clásica, ponible y de tonos tierra con la que cualquier mujer podrá vestirse para la próxima temporada de otoño e invierno.
Su colección no aporta nada nuevo. Sigue en su línea preppy (pija, en inglés), la que ha caracterizado a lo largo de toda su carrera. Con sus prendas, una mujer de entre veinte y cuarenta años puede acudir a la oficina de trabajo vestida de forma elegante sin resultar absurda: faldas tubos, jerseys cerrados, mucho estampado de cuadro, pantalones de piel que no se ciñen en exceso.
Y es que probablemente no hay nada más preppy que Tommy Hilfiger. De hecho, su ropa nació con vocación sport, claro que era un sport dirigido los hijos de la clase más pudiente estadounidense. Sus diseños tuvieron una gran acogida y, poco a poco, su público se fue ampliando a la clase media.
En su último desfile, destacan los vestidos por debajo de la rodilla y cerrados al cuello. Son estilismos realmente recatados, como los baby dolls que no se pegan al cuerpo y los pantalones de pinza un tanto anchos. Si alguna busca sensualidad, esta no es su marca. Su ropa es funcional, incluso la que Hilfiger lleva a la pasarela. Incluso está realmente pensada para el frío invierno, uno tan frío como el de Nueva York. Los abrigos son realmente mullidos y abunda el cuero en versión larga (hasta la rodilla).
Si bien esta colección apenas aportas novedades, es destacable porque el diseñador sigue siendo fiel a la máxima que le hizo triunfar y porque ni siquiera en la pasarela ha renunciado a sus valores, colando piezas más atrevidas para captar los flashes de los fotógrafos y colarse en las portadas. No, Hilfiger no necesita trucos baratos. Su ropa es como es y sigue convenciendo a millones de clientes.
