Son un básico, un imprescindible en cualquier fondo de armario pero, a veces, que una prenda sea imprescindible no implica que sepamos cómo llevarla. Tengo una relación de amor odio con este tipo de prendas pues, aunque me encantan cuando veo a otras chicas lucirlas, no acabo de conseguir encajarlas en mi estilo.
La camisas son prendas versátiles y muy adaptables a cualquier look y, si son en blanco, se convierten en un icono pero, hay tantos estilos y posibilidades que a veces, ante tantas alternativas no acabamos de encontrar la nuestra. Hoy te cuento cómo conseguir que tu camisa blanca olvidada en un cajón se convierta en tu prenda favorita.
¡Quiero una camisa blanca!
Seguro que más de una se siente identificada conmigo y es que hay prendas que nos encantan pero con las que no acabamos de vernos. Muchas veces es una reacción a un estilo concreto que no nos acaba de convencer o, simplemente, a que el corte de una prenda le puede favorecer mucho a otra persona pero no a nosotras.
Una camisa blanca es como un Little Black Dress, te puede salvar en cualquier emergencia de estilo siempre y cuando esa prenda te siente como un guante, y os aseguro que es posible. Esta temporada, la tendencia en camisas blancas es muy estructurada y futurista, con un punto masculino. Pero no a todas nos favorecen estas líneas.
Lo mejor a la hora de elegir una camisa es tener muy en cuenta nuestro cuerpo, es decir, si somos anchas de hombros, si tenemos mucho pecho o poca cintura… Y escoger en función de esto. ¿Por qué? Pensaréis. Es importante que la camisa se adapte a nuestro cuerpo y no al revés pues, así, conseguiremos vernos fantásticas. Si eres estrechita, opta por una prenda holgada, de corte masculino, que puedas anudarte al ombligo o combinar con un cinturón. Si tienes curvas, haz que luzcan con una camisa entallada y que marque tu figura. Una vez elegida, sólo deberás combinarla con todo.